No sé cómo se hace teatro; busco cada vez la manera. No sé lo que voy a hacer el año que viene, no sé cómo va a ser algo cuando lo empiezo. De ahí la dificultad de hablar de antemano de lo que voy a hacer, como si al preguntármelo me hubieran pedido de alguna manera que predijera el futuro. Busco provocar emociones. Conmover. Dar paso al inconsciente, a la imaginación del espectador, a la memoria colectiva; y pasar de una lógica narrativa a una lógica asociativa, como en los sueños. Ante un nuevo espectáculo trabajo con ideas sobre la forma o el tono más que con un guión. Me determinan más los actores con los que voy a trabajar que unos supuestos personajes ficticios. El peso de los personajes cargan al teatro con una concreción que no me interesa. Me resulta más sugerente la capacidad de generalizar. No mostrar unos individuos concretos; más bien mostrar el individuo. Armando el guión, me interesa conservar la relación entre las cosas que se mantienen ocultas y las que se muestran, los lugares visibles e invisibles de la escena, los planos diferentes de cada escena (a veces, la confusión deliberada de los primeros planos). Pocas pistas para predecir el futuro, pero para mí las suficientes como para provocarme el entusiasmo; todas proceden de un taller el pasado mayo en La Abadía, El vicio de mirar, un collage con el caos, de donde surgieron retratos incompletos, miradas atentas, míticos viajes en tren, un soneto de Shakespeare, apuntes sobre el teatro, alguna fotografía y el camino, el camino abierto, sin plantearnos qué nos vamos a encontrar tras la curva del camino. Teatro de La Abadía – Me acordaré de todos vosotros – Del 4 de mayo al 3 de junio 07 4 ¿No es suficiente para empezar? Y en ese caos con el que trabajamos se fue colando Fellini, el gran vitalista Fellini, y su gusto por las mujeres gordas, como se colaron también Edward Hopper, Pessoa o Cassavettes, otro vitalista. O Nicolas Ray, Wim Wenders, Peter Handke. Y sé que estarán ahí durante el proceso. Como estará mi madre o estará la muerte. El intento enfermizo y fascinante de que lo que vivimos no termine nunca, de revivir el pasado y que regrese. Y la dificultad de hablar de lo que voy a hacer, la insuficiencia de la palabra, una vez más, para comunicarnos, para entendernos, para contar y saber.

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Tiendo a considerar más verdaderas las confidencias, las casualidades, los tropiezos, que los testimonios que se basan en transcripciones o fotografías. Cada vez más desconfío de los registros, del papel, de las palabras, y mis anotaciones se van volviendo más vagas, más difusas, indescifrables. Me fascinan las fotografías, pero más por lo que esconden. ¿Es necesario mostrarlo todo? Lo curioso es que cuanto más desconfío del registro, más transcribo, más apuntes tomo, más anotaciones con letrita de hormiga y más estudio a los fotógrafos como si ellos pudieran acercarse a la verdad. Si yo no fuera Ana Vallés le preguntaría: Teatro de La Abadía – Me acordaré de todos vosotros – Del 4 de mayo al 3 de junio 07 5 -Cuando dices “la verdad” ¿a qué te refieres? Difícil contestar; en todo caso entiendo el teatro como una actividad de alto riesgo, una especie de tirarse a la piscina, sin red, partiendo de la nada, y con la intención última de encontrar la verdad, una verdad, la que sea.

Ana Vallés, verano 06